La educación es responsabilidad de todos, primero los padres, después los profesores y al mismo tiempo todos. Una educación para todos y entre todos, es la mayor responsabilidad social. El Estado es el garante de esa responsabilidad, es su OBLIGACIÓN.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Educación para la diversidad

IV Algo hemos hecho, hagamos más

Con la Ley de Enseñanza Primaria, 1945-70, los niños y las niñas iban a la escuela obligatoria hasta los 10 años y alguno más, la Ley General de Educación, 1970, amplió la obligatoriedad hasta los catorce años, bajo una pretendida homogeneización de alumnos en el mismo curso y en la misma aula. La LOGSE actual, amplía la enseñanza obligatoria hasta los 16, pero necesariamente con un tratamiento de la diversidad, que hay que desarrollar.

Hoy cuando hablamos de fracaso escolar, tenemos que pensar en que ahora todos los alumnos están en la escuela, pero antes no y no se contaban como fracaso. Evidentemente no podemos contentarnos con que todos estén escolarizados, la obligatoriedad significa que todos tienen que tener éxito, que todos tienen que obtener el título de su escolarización. Pero los alumnos no son sólo ni exclusivamente los únicos culpables del fracaso escolar.

Del fracaso escolar también son responsables el sistema educativo, la organización escolar, los curriculum, la formación inicial del profesorado, la formación permanente del profesorado, la escasa valorización social de la educación, los vaivenes interesados de las opciones políticas, el abandono las funciones educativas de las familias en la responsabilidad de los centros educativos, el papel no educativo o incluso pernicioso de alguno medios de comunicación.... y también la concepción de que la diversidad es algo perjudicial que dificulta que frena a muchos y, que impide que todos tengan éxito.

Pero la escuela, y el sistema educativo, por sí solos no pueden encontrar las respuestas satisfactorias, es necesario que desde todos los ámbitos, desde las organizaciones y entidades, desde las actitudes sociales y desde el sistema de creencias, se observe la diversidad como algo objetivo de la persona, no como algo desviado, que necesita un tratamiento especializado y que es necesario integrar en una “normalidad”, inexistente y artificial.

Una sociedad con un sentido ético de lo humano, una sociedad democrática que combata la desigualdad y que estimule la vida en común de quienes son distintos y desiguales, de todos; sin exclusiones y sin privilegios.

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