Estamos en la era de la información, la tercera ola
que supera a la segunda, la era industrial, que había superado a la primera, la
agrícola; la información deja de ser un privilegio de unos pocos (en educación,
del profesor) y ahora está al alcance de todos, más de prisa y con menos
esfuerzo e incluso gratis.
Para llegar a los 50 millones de usuarios, la radio
tardó 38 años, la TV, 13; internet,4; Facebok, 2. Los aparatos conectados a
internet en 1984, 1000; en 1992, 1 millón; en 2006, 600 millones, en 2009, 1,6
billones;hoy, mensajes, 3 trillones.
Ahí está Facebook, que por
habitantes sería el tercer país el mundo con 600 millones de usuarios activos que
utilizan cada día 4,7 millones de minutos, Twiter que sería el 12 país y con mil millones de tweets a la
semana; WhatsApp, servicio de mensajería en una “app” presente en 450 millones
de móviles y que en este verano incorporará las llamadas de voz; y nos anunciaron
en Barcelona, en la Feria del Móvil, que
en cuatro años el móvil será la primera pantalla por delante de la televisión.
Castell, 1990, sitúa la era de la información desde
el nacimiento de la era espacial, con el lanzamiento del Sputnik en 1957 hasta
la economía del conocimiento basada en el capital humano y social.
Ahora la educación no trasmite conocimientos,
ofrece oportunidades de adquirir
habilidades que puedan ser aplicadas en actividades productivas que
facilitan la interacción, la comunicación entre las personas y el adecuado uso
de la información y el conocimiento.
Aunque en la educación persisten aspectos
organizativos de la era industrial, el cambio es irreversible: la diversidad el
alumno se impone, cada alumno es único y diferente a los otros; la enseñanza y
el aprendizaje se personalizan; la orientación es trabajar y aprender en equipo
y con cooperación; el aprendizaje es complejo para que sirva a largo plazo;
la comunicación es entre todos, en red;
lo importante es la iniciativa del alumno y la autonomía responsable en el
aprendizaje; al conocimiento se accede por múltiples accesos y es distribuido;
el aprendizaje está basado en la actitud el alumno; el alumno es el “rey”, a él
va orientada toda la organización y recursos, el alumno que mejor aplique la
información, obtendrá los mejores resultados.
Ir al colegio es ir a participar en una
organización que aprende; en el colegio se usan espacios múltiples; los tiempos
están adaptados a los alumnos; los agrupamientos de los alumnos responden a la
utilización de criterios de mejora; la evaluación y promoción son flexibles por
su revisión; las informaciones y conocimientos se agrupan por módulos y no se
cierran en asignaturas; lo que se aprende está abierto a las nuevas y
cambiantes realidades.
Dice Alvin Toffer: “Un analfabeto en el siglo XXI
no será aquél que no sepa leer ni escribir, será aquel que no sepa dónde ir a
buscar la información que requiere en un momento dado para resolver una
problemática concreta. La persona formada no lo será a base de conocimientos
inamovibles sino en función de sus capacidades para conocer lo que se precise
en cada momento”
Hoy tener mucha información no es importante, lo
importante es: cuál es la información, saber utilizarla, saber desechar lo que
no sirve y saber enfocar la que es beneficiosa. El valor de la información es
cero, es lo que se hace con ella lo que vale e importa.
Si en la educación no se incluyen los cambios
provocados por la era de la información, seguiremos marcha atrás: profesores del
siglo XX, enseñan conocimientos del siglo XIX a alumnos del siglo XXI.