Uno de los datos
analizados en los informes sobre los datos de PISA y en el que coinciden muchos
análisis, es el de la importancia de la autonomía del centro educativo para la
obtención de los mejores resultados. Esto se ha repetido en los sucesivos
Informes PISA, pero los avances en la autonomía de los centros en España desde
1985 son escasos, cuando en los países que lideran los datos PISA ya se
establecieron medidas para la autonomía de los centros en 1980.
El Ministro Wert, que hace una lectura muy particular, de
lo que le conviene, de PISA, no podía ignorar este titular y “…queremos
impulsar la autonomía de los centros educativos en el plano organizativo,
curricular y de gestión económica….incremento de la autonomía que exige a su
vez un incremento de la rendición de cuentas” Si de las palabras de Wert,
pasamos a la LOMCE ,
en su exposición de motivos; VII ..” es necesario que cada centro tenga la
capacidad para identificar cuales son sus fortalezas y las necesidades de su
entorno y para tomar las decisiones sobre como poder mejorar su oferta
educativa y metodológica, en este ámbito, en relación directa, cuando corresponda por su naturaleza con la estrategia de la
administración educativa”, el camino hacia la autonomía ya empieza a
pervertirse.
Es muy significativo
que los centros busquen sus fortalezas para mejorar su oferta educativa, ¿marketing?,
y las necesidades del entorno; ¿y sus propias necesidades? ¿No es esta la
prioridad para poder dar respuestas? La autonomía ¿no es conocer sus
necesidades, específicas y únicas para poder dar la respuesta más ajustada y
eficaz, para tomar decisiones con criterios propios para necesidades propias?
Todavía más clara la
segunda desviación ”.cuando corresponda por su naturaleza con la estrategia de
la administración educativa”; esto no es autonomía, eso sigue siendo dirigismo
burocrático y administrativo, con falsos
tintes de descentralización.
La tercera fuga de la
autonomía “La reforma contribuirá también a reforzar la capacidad de gestión de
la dirección de los centros confiriendo a los directores, como representantes
que son de la
Administración educativa en el centro, y como responsables
del proyecto educativo, la oportunidad de ejercer un mayor liderazgo pedagógico
y de gestión”. La autonomía se enmarca dentro de la
democracia participativa; son los profesores los que han de implicarse
activamente en el diseño y desarrollo de los proyectos educativos de sus
centros; son los profesores los que
tienen la competencia para resolver los problemas que se le presentan porque
las soluciones se dan mejor si se dan allí donde se producen los problemas, son
los profesores los que amplían sus responsabilidades en la búsqueda de la
calidad y de los buenos resultados de sus centros, son ellos los que asumen sus
nuevos compromisos sociales ante la comunidad educativa. Es cierto que los
directores tienen que asumir el impulso y el liderazgo para la autonomía, pero para
que ese liderazgo sea efectivo tiene que ser un liderazgo compartido.
La verdadera autonomía
es la que nace por vía ascendente y no por vía descendente y aquí está el
cuarto desvío, sí la autonomía de los centros es una concesión de las
administraciones educativas que delegan en los directores como representantes
de la Administración
educativa, eso no es autonomía. También hay quinto malo, “se establece un
protocolo para rendir cuentas de las decisiones tomadas, de las acciones de
calidad y de los resultados obtenidos al implementarlas” aquí son los
directores los únicos que tienen que rendir cuentas y ante quién los nombra, no
ante la comunidad educativa y el entorno
social próximo. Y el sexto pecado contra la autonomía, el Art 120,3. “Las
Administraciones educativas potenciarán y promoverán la autonomía de los
centros de forma que sus recursos económicos, materiales y humanos puedan
adecuarse a los planes de trabajo y organización que elaboren, una vez que sean convenientemente evaluados
y valorados. ¿Dónde está la autonomía?
La autonomía que promueve PISA es la devolución a los profesores
y a los centros de las competencias educativas, y PISA lo demuestra con los resultados
de aquellos sistemas educativos exitosos que otorgan a los centros un alto
grado de discrecionalidad a la hora de organizarse y de organizar sus trabajos.
La autonomía sitúa al alumno en el centro de acción, el alumno, la diversidad
de todos los alumnos es la que exige la autonomía de los centros con profesores
autónomos, que con sus propios criterios
y con la autonomía de acción conjunta con todos los profesores, desembocan en
centros con autonomía, con la autonomía institucional del centro que
proporciona capacidad de elección a los profesores y también a los alumnos
porque no hemos de olvidarnos que la educación tiene por finalidad el
desarrollo de la autonomía personal del
alumno.
No se puede plantear la autonomía de
los centros educativos sin un ejercicio activo de confianza en el profesor. En la LOMCE , en su tramitación y
en la política del Ministro Wert no se
vislumbra confianza en el profesor, sino invisibilidad, desconfianza y
culpabilidad. Hasta ahora, en la
LOMCE , la autonomía es un tema trivial, pero si no se ponen las bases para una verdadera
autonomía de los centros educativos, la pretendida reforma será una reforma
inacabada más, y los centros seguirán con sus viejas organizaciones, trabajando
para el alumno medio, que no existe; sin iniciativas propias y sin resolver los
propios problemas de cada día, que se irán acumulando, y que no se resolverán
ni con una ley ni desde fuera. Sin autonomía la rendición de cuentas es papel
mojado; para algunos, la educación es papel mojado.
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