La educación es responsabilidad de todos, primero los padres, después los profesores y al mismo tiempo todos. Una educación para todos y entre todos, es la mayor responsabilidad social. El Estado es el garante de esa responsabilidad, es su OBLIGACIÓN.

viernes, 21 de junio de 2013

La autonomía, ¿para qué?

La democracia es el peor de los regímenes, a excepción de todos los demás. En educación, la democracia todavía está en fase de consolidación. La educación está en manos de las Comunidades Autónomas, pero ello no ha generado más proximidad a los centros educativos; siguen imperando burocracias distantes que por dedicarse, e incluso aumentar, la sobrecarga administrativa, le dificultan, e incluso impiden, desempeñar un papel rector, impulsor de la innovación y promotor de la autonomía de los centros. Se resisten a devolver a los centros y a los profesores las competencias educativas, y para ello crean organizaciones  intermedias  de asesores o utilizan la inspección.
El centro educativo  es el pilar sobre el que se sustenta el sistema educativo y un centro educativo lo es, porque tiene un proyecto educativo, que lo define y que lo identifica como único; sino sería un edificio, una oficina donde van  a trabajar los profesores o una organización de profesores en una academia que trabaja para enseñar a los alumnos. Si tiene un proyecto educativo único, es porque atiende a la diversidad de los alumnos, con la diversidad de los profesores, para las distintas familias en un entorno diferenciado y específico. Poco se ha avanzado en la autonomía de los centros, pese a que desde el espectro político, todos apuestan por ella, aunque para distintos fines y también con el empleo de distintos medios. Para nuestra desgracia y para el grave daño que se hace a la educación, cuando  un  partido político está en la oposición, critica y pone impedimentos; cuando llega al gobierno, elabora una nueva ley que es combatida por los de antes; esa ley no arregla nada, obliga a adaptaciones costosas que no se ultiman por falta de presupuesto y de tiempo; pero si, va hundiendo paulatinamente, o ya de golpe, a los profesionales de la educación en la desmoralización, y a las familias en la desmotivación, falta de interés y con huida de la participación.
La OCDE cuando evalúa la autonomía de los centros educativos y su incidencia en lo resultados PISA no tiene en cuenta los planteamientos liberales, neoliberales, humanistas o progresistas ¿es imposible ponernos de acuerdo en promover e impulsar la autonomía de los centros? ¿Pensamos en los centros educativos y en los alumnos o en nuestros principios políticos?
Desde planteamientos liberales y neoliberales se acusa a los progresistas de la implantación de escuelas comprensivas, de imponer una enseñanza uniforme para todos cuando por el contario la sociedad  no cesa de diversificarse y de crecer en complejidad. Por ello piden flexibilizar el sistema y permitir la flexibilidad y el pluralismo. Pero lo piden para que los centros puedan especializarse para que sean distintos, especializados en un área específica del currículo, en la excelencia, en recursos educativos digitales, en idiomas…para que sean competitivos entre ellos, para que se les permita seleccionar a los alumnos ¿Y los que no son seleccionados? ¡Ah, el mercado…¡
Sin adjudicar intenciones, es claro que la autonomía de los centros se puede perseguir o utilizar para al menos cuatro intenciones: para poder escoger y seleccionar a los alumnos; para responsabilizar al centro en la búsqueda de sus estrategias y metodología para solucionar sus problemas; para cesiones triviales con pseudoautonomía o para quitarse el muerto de encima en situaciones comprometedoras.
La verdadera autonomía no surge porque la administración educativa la proponga o permita,  sino porque es una exigencia de la diversidad de los alumnos; pero la autonomía puede enmascararse en planteamientos oscuros y que por lo tanto merecen una reflexión: la autonomía es una estafa, si se vende que a mayor autonomía, simplemente, más calidad; la autonomía es un señuelo, si es una privatización encubierta de la escuela pública; la autonomía puede ser una “mercantilización” del sistema escolar, subordinada a la oferta educativa, a la demanda educativa, al capital humano, a la libre elección; puede ser una trampa para seleccionar  a los mejores alumnos y para que no se “mezclen” con otros; la autonomía puede ser o suponer la privatización del curriculum a favor del mercantilismo o el sectarismo ideológico; la autonomía no lo es todo, y sola menos, tiene que implicarse en marcos más amplios y con indicadores claros y con revisión democrática.

La autonomía es beneficiosa si se produce como trabajo en común de todo el centro, si se ajustan todos los recursos para atender a todas las necesidades; si es un compromiso de todo el centro. La autonomía es un derecho y un deber; es un ejercicio de responsabilidad y de control democrático; es un proceso colectivo de profesores y de alumnos, de alumnos diversos, de profesores diversos y en contextos socioeducativos diversos. La autonomía de los centros es una consecuencia de la autonomía de los alumnos, no porque ellos tengan ya un pensamiento propio, sino porque exigen un trabajo cooperativo y de solidaridad de todo el centro para todos los alumnos sean autónomos. Hay evidencia suficiente, y por los resultados, que a los centros les sobra rigidez, burocracia y  reglamentarismo; y que les falta flexibilidad, libertad, imaginación y soluciones creativas para que todos los alumnos aprendan y tengan éxito. La autonomía de los centros conlleva necesariamente un aumento de su responsabilidad y la necesaria puesta en marcha de una evaluación, primero de los recursos y después de los resultados, primero ante los alumnos, después ante el centro, ante la comunidad educativa y finalmente ante la administración educativa.

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